lunes, 1 de diciembre de 2008

UN MISIL PARA JOSÉ GABRIEL VALDIVIA


En la segunda solapa del libro Postales, Max Alhau se pregunta “¿Qué escribimos en una postal? Unas palabras para decir la belleza de un paisaje o palabras para saludar al destinatario. En cierto modo escribimos para dar breves y buenas noticias”. Y yo creo más bien que José Gabriel Valdivia (nacido accidentalmente en el Callao en 1958), escribe estas postales para “bombardearnos” de imágenes, de música, de ternura, de mensajes, de versos exuberantes enlucidos de un tono casi oriental, y redondeados, de tal manera, que uno se deleita al terminar de leer cada postal-poema, de este libro.

Y cuando digo “bombardearnos”, no me refiero a una comparación con la excesiva y pretenciosa prosa narrativa de César Gutiérrez, sino más bien me refiero a lo que el poeta Carlos Quenaya dijo hace poco en una reseña sobre el libro; es decir, me refiero a un bombardeo producto de esa “abundancia de la brevedad”, abundancia que es a la vez paradójica puesto que el texto está compuesta por 56 poemas (incluidos el prólogo y el epílogo) y todos compuestos de un minimalismo reflexivo, pues cada poema a las justas contiene apenas entre 2 y 6 líneas.

Por ello, este libro dista mucho de la anterior producción de José Gabriel Valdivia: dista mucho de Grafía (1984), de Versolinea (1985), de Al filo de la gravedad (1987), de Flor de cactus y otras espinas (1989), y dista mucho de todos estos libros transformados en Funesta Trova (2003), porque aquí José Gabriel Valdivia utiliza todos los mecanismos de ese “trabajo doméstico incansable del prodigio humano y constante ritual cotidiano” (véase la contratapa escrita por el mismo autor) pues, utiliza todo el prodigio creativo cuando agarra la palabra y la convierte en “un desagüe donde la rosa nace crece pudre copula y perece como la hierba y el agua” (así está escrito).

Por ejemplo, cito la postal 11 de la página 69 de la sección Madrigales y que lleva como título-colofón (lo que vendría a ser la firma en una postal) “crisis climática”: «Antes buscábamos la lluvia las calles los parques para humedecer mis labios mojar tus cabellos y quitarnos los zapatos // Ahora buscamos la casa el gorro el paraguas la oficina o el portal de la plaza antigua para darnos un beso secar las ropas y borrar los pasos». (Fin).

Como se habrán dado cuenta, lo que dije de esa diferencia de Postales con sus libros anteriores es totalmente correcta y se halla notablemente expuesta en la misma poesía. Y aquí, José Gabriel se vuelve un camaleón para entregarnos algo parecido (o muy cercano digamos) a lo que los horazerianos de la década del 70 del pasado siglo reclamaban para la escritura, lo que, finalmente, llamaron como poema integral, es decir que la escritura de la poesía tenía que ser un poema, un relato y un ensayo a la vez, pero ahora sumado a una nueva cotidianidad —digamos, el espíritu de la época— y marginalidad del autor.

Y efectivamente, el poema que leí hace unos momentos, tiene mucho de poesía, y a la vez tiene mucho de microficción, o, en última instancia, puede inscribirse dentro de lo que se denomina como microrelato.

Por lo demás, postales termina siendo un hervidero de ensayos que van desde los acercamientos a la poesía oriental, (lo digo por esa sencillez y llanura, lo que a la vez se convierte en los límites mismos que presenta una postal) como por ejemplo cuando escribe «Entre dos orillas bala el río / Entre cuatro paredes corre el hombre (postal 2, sección Ecológicas, página 49)»; o por diversos matices u homenajes, (una especie de/o diálogos escondidos digamos) con Vallejo (por el dolor y la tristeza), con el Westphalen de Belleza de una espada clavada en la lengua (por la reflexión y el verso escaso) o Martín Adán (por la pureza); con este último por ejemplo nos dice: «Por más agua que la roce / bien sabe la rosa / que en florero no crece (postal 7 “égloga 1”, sección Ecológicas, página 53)».

Bueno, quiero terminar esta pequeña intervención saludando a José Gabriel, por este libro, por estas Postales, por la poesía misma, y sobre todo por esta persistencia, por que además es uno de nuestros grandes amigos. Pude haber dicho más cosas acerca de este libro, pero como éste es un “exceso de brevedad”, también quería que esta intervención peque del mismo discurso, y luego, si es que es posible, escribir otra reseña breve, y luego otra, y otra, y otra, así, hasta completar por lo menos 50 intervenciones breves, ya que, lo que no es breve supongo que vendrá más adelante en un bar con muchas cervezas o una botella de pisco.

PD: Lo último es sólo simple ironía. Gracias.
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*Este texto fue leído el día miércoles 26 en la presentación de este libro.
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Postales, 86 pp.
José Gabriel Valdivia
Arequipa, Cascahuesos Editores, 2008
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