domingo, 3 de febrero de 2008

IRONÍAS DE FE-LIPE RUIZ


La denuncia social, la violencia sexual y familiar expresada en la violación y el incesto, dentro de una realidad absolutamente urbano marginal, son sólo un pretexto —como una cortina de humo— que utiliza Felipe Ruiz (Coronel, Chile, 1979) para enmascarar el tema central en este texto: el autor frente a la palabra, el poeta frente a los versos: el escritor frente al lenguaje.

Y es en esta particular reflexión que desde el inicio, Cobijo —nombre del texto, e irónico a la vez si lo vemos desde la denuncia— se viste en metáforas sumamente fuertes: «ELLA LO AMA PERO NO ESTÁ ENAMORADA / ÉL OMITE ESO DE SER MEJOR AMIGO Y CONFIDENTE / OMITE ESO DE QUE LOS PADRES NO PREÑAN A SUS HIJAS». (ELLA: palabra, verso, poesía; Él: escritor, poeta, Felipe Ruiz).

Y así, «la madre abuela / el padre amante», «abrazando la lengua madre tierra» justifican lo cruel que puede ser una violación incestuosa a través de un acto de fe (otra vez la ironía: el libro dividido en tres partes y un poema que señala el signo de la cruz en la p. 37) y de creación, ya que, en un acto humano y de mero respeto a la integridad, lo que llamamos moral, se exige que «para nacer de nuevo // NO DESEARÁS A TU MADRE / [y] NO DESEARÁS A TU HIJO».

Sin embargo, Ruiz en un acto subversivo, explicado sólo freudianamente, de alguna manera, justifica en el poeta (o escritor) cualquiera de estos actos o aquellos realizados en la tríada madre-padre-individuo y que en nuestro tiempo son vistos como acto de enfermos mentales, ya que «estos vínculos incluyen los instintos de vida y muerte, del Eros y del Tánatos, en su relacionabilidad, y en los sentimientos, pensamientos, representaciones, sensaciones, impulsos, deseos, etcétera, del individuo (Saúl Peña K.)».

Entonces, sólo así el poeta —sigo en la posición de Ruiz, no en lo que escribe, sino en la de él mismo, como creador— vendría a ser un ser totalmente enfermo, estancado en su tribualidad, con sus instintos primigenios desbordantes, de perpetuación (re-producción en este caso): «fui niño / ahora soy tu hombre / ahora probarás / el miembro / que te dio vagina», y que no sólo es de padre a hija (escritor, poesía), sino también de hijo a madre (escritor, escritura): «probarás el credo del cerdo que fue tu hijo».

Pero no nos asustemos, pues aunque parezca brutal, repito, Cobijo es sólo un ejercicio reflexivo (y necesario), un arte poética quizá en pleno proceso que Ruiz ha puesto en nuestras manos, sobre todo en estos momentos cuando se están publicando miles de libros de poesía en todos los países de habla hispana (sólo para hablar de un referente); pues, el penúltimo texto podría sintetizar esta reflexión, el summun de todo: «ENTRE SUPER CARRETERAS Y SEÑALÉTICAS / ENTRE CUBOS Y NÚMEROS / CARTONEA LA POESÍA / UN IDIOMA DIVINO QUE OLVIDAMOS».

Y claro, sin salirse de su mismo contexto (su misma creación quizá), puesto que la reflexión parte de uno mismo antes que de lo observado: «imágenes precarias / viviendas de emergencia / todos hijastros de madres / todos padres de nietos / todos nacen muertos / toda muerte súbita / nadie es de nadie / nadie de nadie». Sólo así podemos hablar de “transgresiones aceptables”, inmorales tal vez para la sociedad, e inmortales finalmente para el que escribe.

Cobijo, 76 pp.
Felipe Ruiz
Santiago de Chile, LOM Ediciones, 2005.
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