viernes, 26 de septiembre de 2008

EL ESTADIO TRASHUMANTE DE SALDÍVAR


¿Cuál es el paradigma más relevante de la posmodernidad?: El fin de todos los paradigmas de la modernidad. Y es este descreimiento el que ha hecho que se convierta en el único paradigma visible (e invisible), debido —paradójicamente y en plena globalización, como diría Zygmunt Bauman—, a un «proceso implacable de Individualización», (proceso que también es a la vez “brutal” y “perverso” para el que persiste en una estructura mental todavía moderna), por el que, se afirma, ahora el ser humano está a la deriva, o que, en todo caso; hay una especie de naufragio de la especie (de ahí que no existe otra forma de explicar la enorme cantidad de libros de autoayuda, superación personal o exitismo, etc.).

Y es con este estupendo título Edificaciones trashumantes (segundo poemario de Saldívar cuya primera versión apareció en plaqueta en 2005 bajo el nombre de Hábitat trashumante y bajo el sello de la desaparecida Grita ediciones) que Oscar metaforiza —y poetiza internamente— todo este avatar, las grandes incertidumbres de la actualidad, y esta avalancha de desencuentros rápidos (recuérdese que esta época, entre muchas otras, es también la de la velocidad): «Esta osamenta / Pagana e insepulta / Es una fábula / Una balsa que agoniza // Esta resistencia / Multiplica el desencanto / Es una isla que se hunde / En el vómito y el desmayo // Esta vestimenta / Son parches que he cocido / Para esconder tanta precariedad y hondura / El escenario incesante de las pasiones y las cenizas (poema I, p. 11)».

Como dice el poeta Lenin Velarde Paredes «Saldívar lleva todo su discurso por este mundo de las insatisfacciones y tormentos, […] [con] versos que nos manifiestan ese estado de insatisfacción, de sobre interés acerca de lo que le molesta [de lo] que parece ser una realidad [en] la cual estuviese obligado a vivir». Y es quizá de esta forma que el poeta nos recuerda que la poesía, aún en nuestro tiempo, también nos sirve para decir estas cosas.

Fue desde mediados de 2001, cuando, entre lecturas e intercambios de poemas; impulsando junto a otros amigos (Luis Ormachea por ejemplo) la llamada movida orgiástica en los patios de la Escuela de Literatura de la UNSA; y luego de publicar, en 2002, su primer libro Hemiplexia (y titulado más tarde como Sangría); quedó la impresión —y a pesar de algunos quiebres beatniks—, del devenir de una posterior y buena escritura. Este libro lo demuestra. Y ahora, como dice LVP, «se muestra (contrario a sus contemporáneos) como una exposición de madurez y talento que se adquiere con las lecturas y el paso de los años. En todas sus páginas el autor intenta devolver todas aquellas vivencias a una reinvención plena de interesantes metáforas y un discurso que reflexiona sobre el trágico diario existir».

Sin embargo, Oscar no representa ningún icono de escritor (o poeta) posmoderno (estratega del pastiche, de las máscaras o el discurso pop) como tal vez se intuya; más bien como un buen sujeto, hijo de la modernidad; observa, analiza y reflexiona, pero no desde ese estadio (el moderno), sino del actual; y a su vez, como dice el poeta Juan Yufra, «emplea esas herramientas premodernas como la soledad, la angustia para elaborar un discurso cuya búsqueda dialógica recrea una voz que a través de recursos reflexivos enlaza la desmesura de la cotidianidad con la precariedad de ese ser que observa el mundo desde la periferia […] [poniendo] de manifiesto esta realidad paralela que se incrusta en las palabras».

Y estas reflexiones las interioriza, las experimenta como tal —y en su propio cuerpo—, para poder decirnos: «Mi cuerpo es una huella / Circunstancia precaria / Una constelación de algas / Transfiguraciones extenuadas / Arcano devastado / Una colina en ascuas / Nubes anaranjadas / Dunas anaranjadas / Hueso y trashumancia / Exhuberancia profana / Transido, quebrantado / Una isla de cáscaras / Y muelles esteparios / Los caminos diluidos / Sed y lágrimas / Perpetua encrucijada / Úlcera vómito repugnancia / Residencia inusitada / Estructura incuestionable / Como los continentes / Como los mares / Sustancia pletórica / Espacios de sangre / Mis ojos calcinados / Mi cuerpo disperso en las profundidades del aire (poema XIX, pp. 47-48)».

Por ello, acierta José Gabriel Valdivia cuando afirma que este libro es «un texto-símbolo del nuevo espíritu de época que recorre la ciudad», (cualquier ciudad, agregaría yo), pues «con mucho desenfado, arremete contra las nuevas cargas de dolor que la posmoderna civilización encomienda al hombre». Sin embargo también hay una búsqueda dialógica representada en ese “espíritu de época”; ya que Saldívar, después de todo, no está siendo más que construir un testimonio de la época que le está tocando vivir, ya sea con la racionalidad del siglo de las luces, o con «Esa imagen frenética de andar violentos / Ensayando la semejanza brutal e inquietante / Estar tentando dónde caerse muertos (pp. 15-16)».

De ahí que es notoria también la impresión de estar buscando un nuevo modo racional para interpretar esta época, a pesar, como dice el poeta, del «ejercicio ordinario / De vivir / En el circuito quemado / De artificios y artefactos (p. 31)»; preguntándose «En qué territorios reposa la memoria (p. 13)», «En la intemperie (p. 27)»; cayendo luego en el desconcierto y/o la frustración, como hombre posmoderno, que desea «Sólo desaparecer / Abandonar la estación de los años / Como el agua de las nubes / Seguir el tránsito natural / Ese naufragio / Que está matándome (p. 25)» cayendo luego en el absoluto hartazgo: «Hoy me levanté nublado / No insistan (p. 39)».

¿Qué más podemos agregar sobre el texto?, quizá su cortedad: sólo 19 poemas (la mayoría también cortos); cuyo trasfondo también es posmoderno (por la brevedad y el consumismo), y esa sana ligereza para describirse a sí mismo: “Nació un buen día de 1980 en Arequipa”, “ha sabido hacer buenos amigos” y “actualmente enseña en un colegio. Le gusta ir al cine por las tardes y tomar chocolate”; etc. Sí pues, —y terminando, repito las palabras de Juan Yufra— «Saldívar ha dejado de ser impetuoso, ya no erra por el exacerbado contexto de su subjetividad. Ahora es peligroso, es poeta».

Edificaciones trashumantes, 53 pp.
Oscar Saldívar Bolívar
Arequipa, Cascahuesos Editores, 2007.


Una primera versión fue publicada en la Revista Fosa Común, agosto de 2008.

Más sobre el autor: Blog de Lenin, Juan Yufra y Urbanotopía
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