lunes, 3 de noviembre de 2008

CUCARACHA EVOLUTIVA, O SEGUNDO ROUND DE FILONILO CATALINA

Según algunos etólogos y algunos semiólogos «catastrofistas», la tesis de la pronta extinción del ser humano en el planeta se dará gracias a una rápida involución que todos los seres humanos estamos sufriendo a partir de los años cuarenta del siglo anterior; pues, aparte de la tecnolatría y el desinterés por darle un nuevo sentido a nuestras vidas; existe una constante y es, la de que, todos nosotros estamos dejando de utilizar progresivamente nuestra masa cerebral en su función en el quehacer diario: pensamiento constructivo, ideas, búsqueda de conocimiento, búsqueda del bienestar, etc.; y observando nuestra actitud vil, y todas nuestras perversidades —una de las cuales es la autodestrucción—, seguimos utilizando el primer cerebro que nos dotó la naturaleza —el reptiliano—, y no el tercero o moderno —también llamado neocortical—, con el cual daríamos un paso avanzado en nuestra evolución y, de esta manera, continuar habitando sin ningún problema este planeta.

Recordemos por ejemplo que ahora, según los «inoportunos» psicoanalistas lacanianos, el hombre (como sujeto) vive su «goce» sin ningún tipo de prohibición, ya que por un lado, hay un acento muy importante en la imagen —a través de las telenovelas o los realitishows por ejemplo—, y el mundo es un espectáculo; y por el otro, también hay un empuje a la lógica del mercado —orientado al consumismo «brutal»— ya que éste tiene un objeto para su «goce» y por eso ahora —al sujeto— le está prohibido no gozar.

Sin embargo, parece imposible, —dicen los menos pesimistas— pero está sucediendo; estamos enterrándonos en nuestra «misma mierda» para darle paso a una siguiente especie que dominaría este planeta en los próximos miles de años: podrían ser las ratas (siempre creyendo todavía en los mamíferos) o podrían ser las cucarachas, puesto que son las especies que no han sufrido cambios —o en todo caso, no ha sido mucha la diferencia—, y por el contrario son especies con mayor facilidad para adaptarse en cualquier medio ambiente, siempre cambiante.

Por ello, el título La canción de la cucaracha, segundo trabajo que publicó Filonilo Catalina (Coaza - Puno, 1974) en el 2003 (el primero fue Memorias de un degollador en el 2000), suena muy sugerente como un preludio a la próxima era en el «supuesto» de que el hombre pase a ser parte de la arqueología y de algunos «museos extraños» de la historia de este planeta (claro, si es que de alguna manera logra fosilizarse), y también es un prólogo alentador para este despreciable insecto y, a la vez, un epílogo nostálgico del hombre.

El texto, en un leguaje coloquial —distinto a ese británico modo de decir las cosas que se implantó a partir de los años 60, sobre todo en Lima, y más bien sujeto a la impronta de esa otra vertiente, la del «lenguaje callejero» de la poética de los años 80—, está cargado de matices oquendeanos imperceptibles, con un lenguaje irónico (como en algunos poemas de Pedro Escribano por ejemplo), a veces crudo y, otras veces, directo; está dividido en dos partes: pop esía, subtítulo también sugerente por la contextualización de nuestra época; y la canción de la cucaracha, parte más amplia y, a la vez, con poemas más extensos.

Pop esía como parte primera, además de tratarse de un libro corto de poesía amorosa, es a la vez un indicio acerca del “popizado” (facilista, massmediático y consumista) movimiento actual en la que se mueve el hombre primer-mundista y sobre todo la juventud actual de cualquier parte del planeta, especialmente, la que vive en las grandes metrópolis del globo. Versos como «(soy el que) cuenta / mientras su mujer queda desnuda y tibia como la mitad de un pastel en otra cama»; «tu recuerdo (es) molestoso como un perro dando vueltas alrededor de mis pies», aparte de su aparente digeribilidad, dado el tono conversacional, representan metáforas estructuradas que en el fondo guardan muchos significados anfibológicos diseminados en todos los poemas cortos, la mayoría, muy bien logrados tales como “poema inservible”, “poema para un escupitajo”, y los más extensos como “poema para no encontrarte conmigo”, “poema para que no te acuerdes de mí”, entre otros.

Mientras que en la siguiente parte la canción de la cucaracha, nos topamos con un conjunto de poemas de carácter puramente social, con dedicatorias póstumas y conmemorativas a César Vallejo, María E. Cornejo, Manuel Scorza, César Calvo, Martín Adán, y un merecido homenaje vivo —a través de uno de los mejores poemas de este texto— al poco reconocido superrealista urbano Juan Cristóbal.

Con más crudeza que el anterior, el autor, nos hace ingresar a su mundo poético con un poema donde la comparación hombre-cucaracha está latente, refiriéndose a la estupidez del primero, con parte de la estrofa de una celebre ranchera: «la cucaracha (bis) / ya no puede caminar». Y es no sólo por el contenido de la letra, sino por el significado que ésta encierra. “Poema celeste”, “poema para la muerte”, “hablando con mi go”, “poema a manera de descargo”, “poema para Juan Cristóbal” y “X” (que es una reivindicación de un verso de Manuel Scorza: contra el viento el poeta nada puede), son muestras claras del talento de Catalina.

Sin embargo debo aclarar que, más allá de ese trabajo antojadizo y redundante (como el pop) en anteponer en los títulos la palabra poema, el texto me parece incompleto, pues es de corto aliento; y lo digo por el talento que este novísimo poeta tiene (ganador de muchos premios, entre ellos el COPÉ de bronce en 2005 y dos veces ganador del concurso organizado por el semanario El Búho).

Al terminar de leer el texto, nos deja con las ganas «consumistas» de seguir leyendo más poemas; y aunque por ahí se dice que “de lo bueno, poco”, esto es sólo poesía; y aunque al final el autor trata de enmendarse a través de la inclusión de un cuento corto, y algo poetizado, éste debería salir del texto por pertenecer a otro género. Creo que es un punto de quiebre en la estructura general del poemario, y la intención del autor, —supongo— no creo que sea hacer de su libro un collage.

Por lo demás, y aunque —lo de arriba, sólo haya servido como pretexto para hablar de este libro (o viceversa)— el texto no escapa de lo temporal por sus referencias a nuestra época, aunque es más seguro que sólo el buen lector —ávido y con ganas de apreciar más poesía—, se encargará a su manera de desviscerar el texto.

La canción de la cucaracha, 32 pp.
Filonilo Catalina
Arequipa, Triángulo ediciones, 2003
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*Una primera versión se publicó en la revista Ablaciones números 1 y 5
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